miércoles, 9 de marzo de 2011

Preguntando

Cuando yo tenía unos ocho años mi padre me regaló un libro que se llamaba "Una pregunta para cada día". Me encantaba, porque respondía a cosas tan peregrinas como "¿por qué hay nubes en el cielo?" o "¿por qué se dice que los elefantes tienen mucha memoria?". Como supondréis, el regalo venía con segundas, y está claro que era un intento de  mis padres por responder de una sola vez a mi interminable retahíla de preguntas. No sé si lo consiguieron, porque yo he sido de mucho preguntar. Ahora parece que la historia se repite y soy yo quien tiene que responder a la incesante curiosidad del lechón, que ha descubierto que cuando pregunta "¿porqué?" se abre un gigantesco mundo de posibilidades y mami le cuenta "historias" asombrosas a las que él puede seguir contestando "¿porqué?" hasta el infinito.


Otra pregunta que le entusiasma es "¿para qué sirve?", y en general ésta suele ser más facilita de contestar. No hay problema cuando pregunta para qué sirven cosas con una clara función, como una maleta o un destornillador. Lo complicado viene cuando quiere saber para qué sirve la pegatina con la marca de la nevera, las flores del estanque, las mariposas y cosas así. A menudo encadena unas preguntas con otras, de manera que empieza con el porqué, y sigue con para qué sirve, para volver después al porqué inicial.... agotador!

Y olvídate de contestarse en plan autómata y sin prestarle atención. Se da perfecta cuenta y se enfada muchísimo, obligándome a mirarle y a poner todos mis sentidos en nuestra interesantísima charla. Vamos, que lo que a él le gusta es hablar y que le hagan caso, ¿y a quién no?

1 comentario:

Laura dijo...

ja,ja,ja... yo ya pase esa estupenda etapa con mi sobrino, que entretenido ¿verdad? ;-)

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