Las mamás con carrito, en cambio, nos vemos obligadas a dar vueltas y más vueltas para aparcar mientras el niño berrea porque tiene hambre, y esperamos religiosamente a que nos toque el turno en el súper, y encima aguantamos que los que están en la fila antes que una (y no se ofrecen a cederte el paso por mucho que estés sudando de los nervios porque al niño le toca comer) le hagan carantoñas al enano preguntando qué tiempo tiene... No debería culparles, lo cierto es que para mí también han sido siempre invisibles las mujeres que empujaban carritos de niños, salvo para mirar al bebé con ternura, y nunca hasta ahora había pensado que tal vez la mamá agradecería un poco de solidaridad.
Porque no es fácil hacer las salidas cotidianas con un bebé de menos de tres meses (¡y su carrito!). Por ejemplo, poner gasolina. Esto no viene en los manuales para padres... En las gasolineras de autoservicio –el 99 por ciento de las que yo conozco, tú te pones la gasolina en el surtidor y después ¿qué haces con el niño cuando vas a pagar a la caja? ¿le dejas en el coche? Yo no, porque me imagino que muere achicharrado o que me lo roban unos traficantes turcos… Pero entonces se ofrecen dos alternativas: Una, sacas el carrito (ruedas por un lado y maxicosi por otro) y lo montas todo solo para ir a la caja y después haces el trabajo inverso… esta opción no resulta muy práctica, y menos con 40 grados a la sombra. Así que me quedo con la opción dos: coger al niño en bracitos y llevármelo a la caja, claro que entonces si necesito comprar algo en la tienda de la gasolinera me faltan manos, y por supuesto firmar el recibo de la tarjeta de crédito se complica bastante. Por supuesto cuando hago esto tampoco hay una caja especial para mamás con bebés de seis kilos y medio en brazos ni, por supuesto, nadie se ofrece a echar una mano sujetando el periódico mientras una trata de sacar el billetero… pero eso sí, mirar miran mucho, ¡qué mono! ¿Qué tiempo tiene? Una madre avispada me dirá que para estas cosas la mochila portabebés es muy práctica. Y es cierto, sino fuera porque montar y desmontar al niño de semejante artilugio me lleva al menos diez minutos, y las mamás recientes NO TENEMOS TIEMPO de nada.
También ha sido una nueva experiencia para mí tener que ir al baño fuera de casa con Manuel. Por supuesto el mostruo que tengo por carrito no cabe en ningún servicio público salvo en el de minusválidos, y no siempre hay uno disponible. Cuando no lo hay también existen dos opciones: Una es hacer pis con el bebé en brazos y dejar el carro fuera rezando para que a ningún desalmado se le ocurra robarte el bolso ni las compras. La otra es dejar a Manuel en el carrito y hacer pis con la puerta entreabierta, por supuesto sin sentarte en el váter por si acaso hay que salir corriendo. Yo personalmente prefiero la segunda opción siempre que no haya traficantes de niños en los alrededores.
Esto tenía que estar mejor pagado.
1 comentario:
El post de mi santa esta muy bien, por cierto que no me he presentado yo soy David el padre del Lechón, pero hecho en falta en esta narración “cajas para padres con hijos” etc... que nos facilitarían las cosas a los dos o que pasa que yo no pongo gasolina ni hago la compra y por supuesto tengo necesidades fisiológicas, a mi ya me a tocado hacerlo con un Lechón de seis kilos en el hombro y os aseguro que cerrar una bragueta de botones con una sola mano no es nada sencillo, por no hablar de la cara del gañan que tenia haciendo lo propio a mi lado, yo creo que estaba rezando para que no le pidiese que me echara una mano y me la cerrase el.
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