lunes, 3 de diciembre de 2012

Los celos eran ésto

Estaba yo más que avisada, y hasta cansada de oír la consabida pregunta, "¿qué tal lo lleva el mayor?". Le decía a todo el mundo que muy bién, que está encantado con su hermanito, que le adora y le colma de mimos y atenciones. Orgullosa contaba yo lo mucho que nos ha sorprendido lo bién que ha asumido su nuevo papel, lo cariñoso que es con su hermano. Y ha sido eso lo que me ha despistado durante estos (ya!) cinco primeros meses del pequeño. No sé porqué yo pensaba que los celos se manifiestan en una animadvesión manifiesta hacia el rival, y me los imaginaba como algo mucho más evidente, que vería claramente, como un alumbrado de luces de neón. Pero resulta que me ha estallado en las narices porque se ha ido fraguando lenta y sutilmente sin yo darme ni cuenta. Mis alarmas saltaron cuando el lechón perdió el apetito de forma muy llamativa, y, en mi lucha diaria para que comiera, me dí cuenta de que su negativa a comer era como un grito de auxilio diciendo "mami, hazme caso!". Lo malo, o lo bueno, es que conseguía esa tan necesaria atención por mi parte pero no para bién, sino para enfadarme y reñirle por no comer, o para enviarle a la cama sin su ratito de dibujos o su premio. Creo que las madres nos sentimos fracasadas si nuestros cachorros no comen, debe de ser algo atávico, es como si nuestra misión más importante, nuestro trabajo, lo estuviéramos haciendo mal, como si no lo supiéramos completar. Así me sentía yo y por eso le echaba unas charlas monumentales para que comiera, que a él por un oído le entraban y le salían por el otro. Un día me caí del guindo y me dí cuenta de que los celos eran ésto... y me llevé un buen disgusto, sobre todo porque me sentí tan culpable como solo una madre puede hacerlo. Vi entonces en sus ojos la decepción, el enfado, la tristeza... pero la culpable era yo, no su hermano... Por suerte o no, eso lo tiene muy claro, por ahora.

El papá ejemplar, que es en estas crisis cuando se gana de verdad el apodo, tuvo el temple para diseñar una estrategia hacia el tema de la comida que parece que va funcionando. Quitarle importancia, dejar de reñirle y de castigarle, y darle la oportunidad de decidir por sí mismo cuándo quiere volver a comer, porque según dicen ningún niño se mata de hambre. Para los hijos es tan importante nuestra atención, nuestra mirada, nuestro tiempo en su compañía, que prefieren vernos enfadados, ganarse una bronca, quedarse sin premios, lo que sea pero siendo ellos los protagonistas... y si es robándole el papel a su hermanito pequeño, mejor que mejor. Desde que ha visto que dejar de comer no le da minutos extra de atención por mi parte parece que vuelve a tener apetito. Además, yo he enterrado el hacha de guerra y procuro enfadarme menos con él para que no tenga la impresión de que él solo se lleva regañinas y el bebé recibe todos los mimos.  Y por supuesto la mejor terapia para los celos: atención y mimos, que él no pide pero necesita muchísimo. Volver a tratarle un poco como un bebé hace que le rían los ojos, buscarle para darle un mordisco, perseguirle para comérmelo a besos... cosas que, mea culpa, llevaba mucho tiempo sin hacer. Porque mi niño mayor está muy alto y a veces se me olvida lo pequeñito que es todavía.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Buenas admin;
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Inma (Málaga) dijo...

Es que son muy pequeños aún, ainssss Manuel. Yo tengo un amigo médico que dice como tu marido, que ningún niño se muere de hambre teniendo comida, que hay que dejarlos y que coman cuando y cuanto quieran, pero aver eso cómo se hace????
Besos. Inma
PD: espero que lleves bien el tema de la vuelta al trabajo.

Anónimo dijo...

Qué listos son, cómo se las ingenian para recibir más atención. A mí particularmente, estas situaciones que describes me paran mucho para tener un segundo bebé, creo que esperaré a que tenga 5 años, será duro igual pero es posible que comprenda más cosas...

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