miércoles, 19 de diciembre de 2012

Malas noches

No es que sea una excusa para tener el blog en estado de abandono... pero llevamos un mes sin levantar cabeza. El lechón va ya por el tercer catarro este otoño, y tal como los pilla se los contagia sin piedad al hermanito. Lo que en el mayor suelen ser unos mocos sin importancia se convierte para Julio, y de rebote para toda la familia, en una colección de síntomas: mocos, irritabilidad, falta de apetito, vómitos, gases... que no nos dejan vivir y, sobretodo, dormir.

Vivo como un zombie y las ojeras me llegan a la barbilla. Julio se despierta llorando una media de cinco veces por noche, y la única manera de calmarle es pasearle un buén rato por toda la casa, darle masajes en la tripita para aliviar los gases, sacarle los mocos con el sorprendente artilugio diseñado para tal fín para, al final, dejarle en su cuna con mucho cuidado, lenta y suavemente como si fuera una bomba de relojería, rezando bajito para que tarde en despertarse de nuevo. Y ésto suele ocurrir, al menos las tres últimas noches, entre media hora y dos horas después. Seguramente los torturadores nazis se inspiraron en estas noches para crear sus métodos. Tengo verdadero miedo de que en una de éstas, si seguimos así, me quede dormida de pié con Julio en brazos, o le tumbe sin querer en la bañera en lugar de en su cuna, tal es mi estado lamentable cada vez que tengo que levantarme. De hecho ya me dí un golpe en el dedo del pié al tropezarme en la oscuridad hace dos semanas y estuve coja un par de días. Sólo espero que ésto pase pronto porque el papá ejemplar y yo estamos al borde del colapso. Está claro por qué los bebés son tan adorables, suaves, dulces y huelen tan bién. La naturaleza es sabia y se asegura de que los padres no sean capaces de abandorles a su suerte cuando las fuerzas les flaquean.

1 comentario:

Inma (Málaga) dijo...

Pobre Julio, ánimo, sólo os puedo decir eso.
Besos. Inma

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