miércoles, 23 de marzo de 2011

Caty


Os hablé de ella hace algún tiempo, pero entonces no era todavía parte de la familia. Apareció por la puerta pidiendo comida y nos robó a todos el corazón. Y yo que llevo toda la vida diciendo que no me gustan los gatos... pues va a ser como con el bacalao, que he acabo sucumbiendo. Y a este paso en unos meses estaré comiendo también anchoas, porque hay que ver lo que estoy cambiando mis preferencias. Es una gatita muy cariñosa, y Manuel está loco con ella. En cuanto vuelve del "playground" se abalanza sobre el pobre animal sin ninguna delicadeza para darle besos. Le hace toda clase de perrerías: le tira del rabo, la aplasta, le mete la mano en la comida... pero ella nunca se enfada y hasta le busca para jugar. Yo creo que se considera un cachorro más en la familia, porque en cuanto metemos a Manuel en la cama ella va detrás y, si nos descuidamos está durmiendo con él.  Los primeros días estaba algo celoso, y tardamos en darnos cuenta de que cuantos más mimos le hacíamos a Caty más tonto y huraño se ponía él. Así que ahora solo le hacemos arrumacos cuando Manuel no está delante, y debemos asegurarnos de reprenderla tan a menudo como al lechón para evitar conflictos. Si por ejemplo le decimos a Manuel que salga de la cocina porque el fuego está encendido, él exige que Caty salga también... y a ver quién le explica lo contrario. Lo más gracioso es escuchar a Manuel ejercer con Caty de "hermano" mayor y decirle con tono autoritario:
"No, Caty, no puedes salir, está lloviendo y te vas a mojar... tienes que quedar aquí,
o  "Caty, te has portado muy mal, estás castigada!"

jueves, 10 de marzo de 2011

Rabietas

Estoy cabreadísima. He dejado al lechón en la guardería después de una rabieta de padre y muy señor mío que me ha dejado exhausta física y emocionalmente. Creía que la fase de las rabietas había terminado, pero ya es la segunda esta semana y de verdad que me tiene muy enfadada. El detonante, tanto en ésta como en la que tuvo el sábado, es que tiene ganas de hacer pis pero cuando le digo que vayamos al baño dice que no quiere. Se enfada, llora, patalea y dice que no quiere levantarse de donde quiera que esté sentado, mientras grita que tiene pipi... un sinsentido absoluto. Suele aprovechar las prisas matutinas para llegar al "playground" para hacer este jueguecito que me saca de mis casillas. Por lo general después de un rato de batalla absurda acaba haciéndose pis en los pantalones, y entonces se enfada aún más porque no le gusta estar mojado. Encantador, ¿verdad? Esta mañana, cuando ya eran las nueve y cuarto de la mañana y teníamos que salir pitando hacia el playground, la escena ha sido la siguiente:
Niño tirado en el suelo rebozado en su propio pis, y madre muy enfadada decide que le dejará el calzoncillo mojado para que aprenda. Madre carga al niño como un fardo (un fardo que pataleaba como un condenado) y lleva sus 14 kilos (mojados de pis) en volandas hasta el coche. Madre que se vé obligada a utilizar mucha más fuerza de la que tiene para montarle en el coche y ponerle el cinturón. Viajecito absolutamente infernal durante el cual niño dá gritos como si le estuvieran matando, y se revuelve tanto que consigue zafarse del cinturón, para acabar sentado en el suelo del coche en un ejemplo claro de inseguridad vial.  Madre tratado de mantener la calma, sin ningún éxito, que tiene que parar en una cuneta para volver a atar al niño no sin antes darle un par de azotes en el culo. Niño se resiste como una lagartija y madre se plantea pegarle más fuerte pero cuenta hasta diez y se contiene, no por falta de ganas, sino porque sabe por experiencia que hacerlo no servirá para nada. Madre respira hondo y conduce despacio porque un minuto más tarde el niño se ha vuelto a quitar el cinturón y está de pie llorando. Niño que grita "mamiiii, mamiiiii" sin saber muy bién por qué, lo que consigue desestabilizar aún más a madre. Madre que llega por fín a la puerta de la guardería y aparca el coche pensando, por fín le voy a perder de vista. Niño que comienza a tranquilizarse y baja del coche muy formal con la respiración entrecortada. Madre y niño van de la mano hasta la puerta de la guardería y el niño camina mirando hacia el suelo, sabiendo lo mal que se ha portado. Niño pregunta a madre, "mami está enfadada?". Y madre le contesta que sí, que se ha portado muy mal y que está castigado. Madre deja a niño en la puerta de la guardería con su mochila a la espalda. Niño se queda allí sin rechistar, pero cuando madre se aleja escucha cómo niño comienza a llorar. Madre apresura el paso para alejarse de allí lo antes posible.
Y aquí os dejo un enlace a un fantástico artículo sobre lo que hay que hacer en caso de que vuestros hijos sufran rabietas. Lo que no hay que hacer ya lo habéis leído en el párrafo anterior.

miércoles, 9 de marzo de 2011

Preguntando

Cuando yo tenía unos ocho años mi padre me regaló un libro que se llamaba "Una pregunta para cada día". Me encantaba, porque respondía a cosas tan peregrinas como "¿por qué hay nubes en el cielo?" o "¿por qué se dice que los elefantes tienen mucha memoria?". Como supondréis, el regalo venía con segundas, y está claro que era un intento de  mis padres por responder de una sola vez a mi interminable retahíla de preguntas. No sé si lo consiguieron, porque yo he sido de mucho preguntar. Ahora parece que la historia se repite y soy yo quien tiene que responder a la incesante curiosidad del lechón, que ha descubierto que cuando pregunta "¿porqué?" se abre un gigantesco mundo de posibilidades y mami le cuenta "historias" asombrosas a las que él puede seguir contestando "¿porqué?" hasta el infinito.


Otra pregunta que le entusiasma es "¿para qué sirve?", y en general ésta suele ser más facilita de contestar. No hay problema cuando pregunta para qué sirven cosas con una clara función, como una maleta o un destornillador. Lo complicado viene cuando quiere saber para qué sirve la pegatina con la marca de la nevera, las flores del estanque, las mariposas y cosas así. A menudo encadena unas preguntas con otras, de manera que empieza con el porqué, y sigue con para qué sirve, para volver después al porqué inicial.... agotador!

Y olvídate de contestarse en plan autómata y sin prestarle atención. Se da perfecta cuenta y se enfada muchísimo, obligándome a mirarle y a poner todos mis sentidos en nuestra interesantísima charla. Vamos, que lo que a él le gusta es hablar y que le hagan caso, ¿y a quién no?
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