
Hoy hace un mes que salimos de España, y me parece que han pasado seis. No es que haya pasado despacio, no es eso ¡Es que han pasado tantas cosas! Tengo la sensación de que en Madrid la vida se nos pasa deprisa porque en realidad no nos pasa casi nada. Cada día es muy similar al anterior, y cuando miramos atrás, hacia nuestro último mes, en general tenemos dos o tres cosas que destacar entre nuestros recuerdos, mientras el resto de nuestras vivencias se pierden entre las neblinas de la monotonía. Cada día vemos las mismas caras, comemos las mismas cosas, llamamos a las mismas personas y sabemos lo que ocurrirá después.
De eso huíamos un poco cuando decidimos venirnos a vivir a Bali. Queríamos escapar del aburrimiento, de la monotonía y de hacer "lo que nos toca" desde ahora y hasta la jubilación. Cuando tomamos esta gran decisión seguramente no tuvimos en cuenta que a los niños lo que les dá seguridad y les hace sentir bién es precisamente saber qué es lo que viene después. Saber que después del baño viene la cena y después a dormir. Conocer el camino hasta el parque y pasar siempre por el mismo bar con el mismo perro en la puerta. Saludar a las vecinas, jugar con los "amiguitos" en el tobogán conociendo sus nombres... y entendiendo lo que dicen! Comer lo mismo cada día, ver los mismos capítulos de Pocoyo, dormir en su preciosa habitación de siempre... Si has leído hasta aquí supongo que ya entiendes por donde voy. Pues eso, que Manuel no está llevando nada bién todo esto de la mudanza y se porta fatal.

Todo con él es una batalla, cuando no una guerra declarada. Intentamos hacer las cosas con mucha mano izquierda, y antes de llegar al enfado y al castigo damos mil vueltas, os lo aseguro. Imaginación al poder. Papá ejemplar y yo nos hemos hecho fuertes en la adversidad y tenemos dos millones de recursos para cuando empieza a asomar el mal genio del lechón: hacerle reir con cosquillas, jugar a ser leones, delfines o robots, darle masajes, cantar como los siete enanitos de Blancanieves, contarle cuentos sobre niños que se portan muy bién y sus padres están orgullosísimos... Sin embargo, es muy difícil y está poniendo a prueba constantemente mi naturaleza impulsiva e impaciente, así que en casa hay más malas caras , amenazas y enfados de lo que me gustaría. Echo de menos a mi niño dulce y simpático, alegre y divertido, porque estos días casi nunca saca su mejor cara. Especialmente conmigo. Parece que en esta guerra que nos tiene declarada me ve como la capitana del escuadrón enemigo. A su padre le hace más caso y le reta menos que a mí. Y eso me duele. Intento acercarme a él, darle cariño, y me rechaza, buscando a cambio a su padre como para molestarme. Por otro lado es un alivio saber que si yo no puedo conseguir el objetivo, si nuestras conversaciones de paz se bloquean, puedo recurrir a mi aliado para que encuentre una nueva hoja de ruta.
Y en medio de toda esta guerra hay momentos en los que me hace reir, en que me llena de ternura y orgullo y me lo como a besos (aunque me aparta el desagradecido). Entonces vuelvo a sentirme tan enamorada de mi niño como siempre y sé que soy la peor madre del mundo, mientras me siento fatal por haber despotricado de él un minuto y medio antes. Ejemplos: Está haciendo grandísimos progresos y habla de maravilla. Construye frases sorprendentes y hasta termina las mías cuando le cuento alguna historia por la noche; En el "Playgroup" ya está completamente adaptado y desde la semana pasada ya no llora cuando le dejamos. Su profesora me dice que sigue muy bién el ritmo, que es muy listo y es bueno con los otros niños; Las calles de Bali están llenas de flores de frangipani, y cuando vamos caminando amenudo coje una del suelo y me la dá diciendo: "una flor de mami"; Cuando ve un caracol y me dice entusiasmado: "mira, mami, es un caracol-col-col..."
Supongo que no es solo la mudanza, que además es una "etapa" y que también pasará. Está reafirmando su personalidad, marcando sus límites y los nuestros, y está claro que no va a ser ningún pusilánime este niño mío. No sé de qué me quejo, nunca me ha gustado la gente que no tiene carácter. A quién habrá salido...