viernes, 27 de julio de 2012

Divagando sobre lactancia materna y alimentación infantil

Estos días en que me paso la vida alimentando a boquerón con una lactancia mixta que me trae algo loca, me pregunto por qué hay tanta información en Internet sobre la lactancia materna y tan poca, en cambio, para las que escogemos la lactancia mixta porque no podemos, o no queremos, alimentar a nuestro hijo exclusivamente al pecho.

Y también, mientras trato de leer sobre la alimentación "mitad y mitad" me sorprendo con una curiosa averiguación. La lactancia materna es un tema que hace correr ríos de tinta en blogs, publicaciones médicas y no médicas, foros, etc. En todas partes leo que es lo mejor para la mamá y el bebé, que refuerza el vínculo entre ambos, mejora las defensas del bebé frente a infecciones, es la alimentación más completa hasta los seis meses, ayuda a la madre a recuperarse mejor tras el parto y no sé cuántas cosas más. Y estoy segura de que es cierto, me lo creo a pies juntillas, no solo por lo que leo, sino porque además en la Sanidad Pública se encargan de reforzar este mensaje: matronas, enfermeras y pediatras, además de numerosos carteles en las maternidades y centros de salud, animan a las mamás a dar el pecho en exclusiva a los bebés hasta los seis meses. Y está muy bién que se vele por la salud de los pequeños, por su derecho a la alimentación más saludable, y que en aras de ella se nos insista en practicar la lactancia materna.

No obstante, a mí me llama la atención que tanta insistencia se limite casi solamente a esta etapa y no haya después una continuidad para lograr que los niños tengan la mejor alimentación, la más sana y equilibrada, durante TODA su infancia. No veo carteles, ni artículos, ni mensajes que hablen de la necesidad de que los niños coman fruta y verdura a diario, de limitar el consumo de bollería industrial, azúcares refinados, grasa animal... de educar a los niños para que en el futuro sepan comer. Más allá del año de edad, en las revisiones apenas se habla de alimentación, los pediatras y enfermeras no se preocupan de qué comen los niños, no hay "talleres" (como los de lactancia) para ayudar a los padres a dar a sus hijos una buena dieta, y en suma, no hay una campaña explícita a favor de una alimentación saludable en la infancia. O al menos yo, como madre de un niño de cuatro años, no la veo. Y teniendo en cuenta el preocupante aumento de la obesidad infantil en en España (el 19 por ciento de los niños la sufren, superando ya los índices de Estados Unidos), ya es hora de que la pongan en marcha con tanto ahínco como la que promueve la lactancia natural.

Tanto ahora como cuando nació el lechón, no puedo evitar sentirme un poco como una madre "de segunda" por no ser capaz de practicar la lactancia materna "con éxito". Es un término que se utiliza a menudo en muchas afirmaciones del tipo... "Para llevar a cabo una lactancia materna exitosa no hay que ofrecer al bebé chupetes ni biberones"... Parece que si no tienes "éxito" eres entonces un "fracaso" como madre. Dicen además que todas las leches maternas y todos los pechos son buenos y capaces de alimentar al bebé. Mi experiencia, y también las conversaciones como muchas otras madres, me dice que no siempre la teoría se cumple y que no todas somos capaces de alimentar a nuestros bebés solo al pecho, por mucho empeño y cariño que pongamos en el intento. Y eso no nos hace peores madres.

Otro día os explico las ventajas que he encontrado en la lactancia mixta (y también sus desventajas).

martes, 17 de julio de 2012

Partos públicos y privados

Allá por el mes de mayo escribí sobre cómo quería que fuera mi parto y sobre mis dudas a la hora de elegir el hospital en el que dar a luz. Como os decía allí, buscaba la manera de tener un parto respetado, humano y todo lo natural que fuera posible.

Después de darle muchas vueltas, mi duda se resolvió sola porque la elección me la pusieron en bandeja mi ginecólogo y su arrogancia. Tras la visita de la semana 34 decidí que mi barriga no se iba a pasear más hasta aquella consulta, y que no iba a ser él quien ayudar a nacer a Julio. Os parecerá una tontería, pero me indignó un comentario suyo sin importancia en el que me trató como a una niña pequeña que no conoce su cuerpo ni sabe la diferencia entre una contracción y una piruleta. Y como no estaba dispuesta a que, de nuevo, me tratara así durante el parto, decidí cortar por lo sano y no volver. Por suerte ya estaba haciendo el doble seguimiento con este ginecólogo privado y también en el Hospital Puerta de Hierro de Majadahonda, público, así que por eliminación me quedé con este último.


Y solo tengo buenas palabras sobre la atención en este hospital, tanto en lo que se refiere al seguimiento del embarazo como, sobre todo, en la asistencia al parto. Yo que desde niña he sido educada en la creencia de que todo lo público es de peor calidad, mientras a lo privado se le presuponen las bondades, me he visto obligada a cambiar de opinión radicalmente.
Por muchas razones que ya conté aquí, mi primer parto fué una pesadilla. El expulsivo especialmente, fué un cúmulo de despropósitos, y me sentí empequeñecida, en un frío quirófano rodeada de desconocidos que me daban órdenes y hasta me reñían. No dejaron entrar al papá hasta el último momento, así que me sentí sola, desbordada por la situación y muy perdida. El resultado fueron pujos ineficaces que no ayudaban a nacer a mi hijo, que al final salió con forceps, mientras yo sufrí una enorme episotomía con desgarro, gran pérdida de sangre y un postparto espantoso.

El día que Julio vino al mundo fué muy diferente. Las matronas del Hospital Puerta de Hierro me hicieron sentir segura, respetada y dueña de la situación. Me pusieron una monitorización sin cables para que pudiera moverme por la habitación durante la dilatación. Los dolores de las contracciones no mejoran porque te traten con respeto, pero lo que sí es cierto es que sentirte fuerte te ayuda a llevarlo mejor, a no tener miedo. Pedí la epidural cuando ya no podía soportarlo más, y una vez más descubrí que no es ni mucho menos milagrosa, porque seguí sintiendo dolor, aunque un poco amortiguado. La matrona no rompió la bolsa artificialmente, estuvo pendiente de mí pero dejándonos también nuestros momentos de intimidad. Incluso el ambiente del paritorio, un lugar mucho más amable y parecido a una habitación, el hecho de poder estar acompañada por el padre en todo momento, son pequeñas cosas que me ayudaron a parir con naturalidad, a soportar los dolores sin miedos, y a ser capaz de colaborar mejor en el momento del expulsivo. Así que cuando, después de unas tres horas de dilatación llegó el momento de empujar, mi cuerpo respondió bién y en cuatro pujos mi bebé nació sin complicaciones, ni broncas del médico, ni forceps, ni episotomía. Sólo una matrona, una enfermera, papá ejemplar, y yo. Un nacimiento tan emocionante y tan feliz que todavía tiemblo al recordarlo.

lunes, 9 de julio de 2012

Hermanos

Estamos viviendo tantas cosas nuevas, tantas emociones, en estos primeros días de tener a Julio en casa, que no sé muy bién por donde empezar. Me gustaría ser capaz de plasmar aquí esas sensaciones, pero no es fácil. Ser mamá de dos es una aventura extraordinaria y agotadora, pero sobre todo emocionante. Hay veces que simplemente me dejo llevar por el trajín cotidiano y no me doy cuenta, pero esta vez, a diferencia de cuando nació Manuel, estoy intentando pararme de vez en cuando para darme cuenta, para disfrutar de los pequeños milagros que ocurren en esta familia que acaba de dar un vuelco. Trato de no pensar en el cansancio y en la falta de sueño para centrarme en lo hermoso y a la vez pasajero de esta nueva etapa que vivimos.


Los momentos más especiales, y que quiero atesorar para siempre en algún rinconcito de mi alma, son los que protagoniza Manuel como hermano mayor. Por ahora no hemos visto ni rastro de celos en su actitud, y sí en cambio un enternecedor afán protector de hermano mayor, mucho cariño y, sobre todo, muchos besos. Pese a que lo primero que dijo cuando vió a su  hermanito recién nacido en el hospital fué: "huele muy mal", después de la llegada a casa de Julio, Manuel nos ha sorprendido a todos siendo el hermano más cariñoso que podáis imaginar. Se pasa el día dándole besos y caricias, se preocupa si llora, le pone el chupete, me llama a gritos diciéndome "mamiiii, que el hermanito quiere tetaaaaa". Ni siquiera protesta cuando le digo que no puedo jugar con él porque tengo que dar de comer al hermanito, o cuando tiene que esperar a que Julio termine de mamar para que le dé el desayuno. E incluso está mucho más besucón y cariñoso con el papá ejemplar y conmigo. Crucemos los dedos para que dure.

Ayer tuvimos uno de esos momentos "muero de amor". Manuel se estaba despidiendo de mí y de su hermano porque se marchaba a la playa con su abuela, tía Catia y prima Elena. De mí se despidió como si tal cosa, pero a su hermano le dió un beso muy sentido en la mejilla y le susurró al oído: "te voy a echar de menos, chiquitín"
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