martes, 29 de enero de 2013

Educar

Hay días que la tarea de educar se convierte en el mayor reto al que jamás te has enfrentado. Días en que educar se hace tan cuesta arriba que te quedas sin aliento, sin fuerzas e impotente viendo cómo tus esfuerzos son en vano, porque a medida que das un paso para subir la maldita cuesta, el horizonte parece más lejano. Educar un hijo es la misión más difícil que me he planteado, y también la más importante. Conducirles, formarles, acompañarles, inculcarles valores... todo para ayudarles a llegar a la edad adulta como personas decentes, con la cabeza sobre los hombros, personas íntegras, seguras de sí mismas, confiadas y en quienes se pueda confiar. Ese es para mí el objetivo de la educación, y más vale que no lo pierda de vista. Porque a medida que se sube la empinada cuesta, a veces uno se olvida de la cima que buscamos. Y no conviene.

Porque a veces, después de un día duro de trabajo, se me olvida lo importante, y tomo atajos, olvidando esa cima que queremos alcanzar. Esos días caigo en la tentanción de enchufarle a la tele con cualquier excusa "porque está insoportable". No me detengo a pensar en el por qué de determinadas actitudes. No busco comprenderle, sólo intento que me deje tranquila. Y es que nadie dijo que fuera fácil... y educar es un trabajo 24/7/365.

Educar es también empatizar... Averiguar si le ha pasado algo ese día en el cole, si está cansado, si los celos han hecho de las suyas, ¡son tantas cosas! estar atenta a sus necesidades, fijarme si necesita más mimos, o más espacio...  Para que él sea sensible, más vale que lo seamos nosotros con él. Educar es enseñarle que cometer errores no es el problema, que lo seguirá haciendo toda la vida, lo malo es no darse cuenta y no rectificar.

La teoría más o menos me la sé, pero educar a Manuel está siendo complicado, muy complicado. Para ésto no hay normas universales, porque cada niño es un mundo, cada familia un universo entero. Hay días en que me subo por las paredes, me siento impotente, inútil, desastrosa, culpable. Lidiar con la culpa es la peor parte, porque las madres nos encargamos de que nos caiga sobre los hombros el peso del mundo.  Siempre podríamos hacerlo mejor, siempre hay una madre perfecta a la que admirar, con hijos que saludan correctamente, dicen gracias y por favor.

 Igual que Manuel, yo también estoy aprendiendo por el camino. Y cada vez más, veo que educar es sobre todo hacer las cosas bién, o al menos intentarlo, es ser un buen ejemplo, porque educa más lo que hacemos que lo que decimos, infinitamente más. Y en ello estamos.

jueves, 24 de enero de 2013

Santo Tomás de la Conciliación

El próximo lunes 28 de enero se celebra Santo Tomás de Aquino, y, según me informa el cole del lechón, se trata de un día "no lectivo". Me ha sorprendido el contrasentido de declarar un día no lectivo siendo al mismo tiempo tan laborable y tan lunes como cualquier otro, y ni os cuento lo poco conciliable que me resulta el día de marras con mi trabajo.

Supongo que habrá montones de familias en la misma circunstancia, algo que además ocurre en otras fechas señaladas del calendario en las que los niños no tienen cole y tú te encuentras en la coyuntura de "a ver dónde les coloco". Porque no sé a vosotras, pero a mí se me va al garete completamente la poca paz que pueda yo tener durante mis horas de trabajo cuando sé que el lechón no está en el cole. Si se queda en casa durante esas horas tengo la sensación de haberle dejado tirado, y me preocupa que vea demasiado rato la tele, que se porte fatal, que se aburra... En cambio, cuando está en el cole me invade la serenidad, la tranquilidad de saber que cada uno está en "su lugar", cumpliendo sus obligaciones, aprendiendo, jugando, etc.

Pues bién, mi serenidad a tomar viento el próximo lunes, en aras de celebrar la Onomástica de un buen señor, filósofo, teólogo, gran erudito y patrón de las universidades y escuelas católicas... del que yo no había oído hablar mucho, la verdad. Y digo yo, es patrón de las escuelas CATÓLICAS y mi hijo vá a un Colegio Público y que yo sepa es laico... pero en fin, que yo misma me respondo y sé que la Navidad es también una festividad religiosa y la celebramos... Así que habrá que merendarse el día no lectivo pero laborable. Y yo propongo, que habida cuenta de que al buén Santo Tomás de Aquino tampoco es que se le conozca tanto, que declaren el 28 de enero "Día de la Conciliación" y que para celebrarlo sea no laborable pero sí lectivo. Sería un buen plan, ¿no?

martes, 15 de enero de 2013

Ojalá fuera pequeño

Ayer, mientras cenábamos, el lechón tuvo una de esas salidas que te dejan boquiabierta. Estábamos en la cocina con Inga, la chica que me ayuda en casa, y él estaba cenando realmente mal, despacio y sin ganas. Cuando llevaba media hora delante del plato para comerse dos cucharadas de arroz yo, que tengo entre poco y nada de paciencia, resoplaba enfadada, le apremiaba, procuraba sobornarle con dibujos, amenazarle... en fin, el pan nuestro de muchas noches en esta casa. En ésto a Inga se le ocurre preguntar:

- Y Manuel cuando era pequeñito comía bién como Julio ahora?
- Si, se lo comía todo muy bién, solo que la fruta no le gustaba tanto como a Julio.

Y el lechón, que parecía no estar escuchando pero no se le escapa una, exclama:

- Jo ¡Ojalá fuera pequeño!
- ¿Y por qué te gustaría ser pequeño?
- Para que no te enfadaras conmigo.

Me dejó sin palabras, y con un sentimiento de culpa que paqué.

sábado, 12 de enero de 2013

Propósitos

Terminaron por fín las navidades, qué liberación. Es verdad que con niños pequeños en casa las fiestas son mucho más llevaderas, y ya no me dan ganas de emigrar a Australia en cuanto veo la primera lucecita encendida. Es cierto que ahora veo la Navidad con los ojos emocionados de mi lechón, y me ilusionan los Reyes, las campanadas o los fuegos artificiales... Sin embargo, la sobredosis de familia, los excesos en el comer y el beber, el consumismo desmadrado... a mí no me van, y espero con ansiedad que llegue el 8 de enero para volver a la bendita rutina. Y no digo el 7 de enero, que es cuando oficialmente se dan por terminadas las navidades, porque resulta que el día 7 es mi cumpleaños... otra fecha señalada que me gusta cada vez menos, entre otras cosas, porque implica alargar aún más el comer y beber de forma desmesurada.

Ahora toca hacer propósitos, claro está, y los míos son muy sencillitos y básicos, que ya hubo un tiempo en que me complicaba yo mucho la vida. A mis treintaytantos recién cumplidos, me conozco lo suficiente como para saber, con toda seguridad, que no voy a ir al gimnasio, es tontería que me apunte, que pague por ello y que me compre el equipamiento más mono y favorecedor. Iré durante dos semanas, un mes a lo sumo,sufriré agujetas, me dará muchísima pereza volver, espaciaré las visitas cada vez más... y luego si te he visto no me acuerdo.

Así que mis propósitos no van de eso. Van de cuidarme, a mí y a los míos, sobretodo al papá ejemplar y a los niños. Disfrutar mi tiempo con ellos, hacer muchas fotos (pero con una cámara como es debido, no con el móvil), protestar menos y enfadarme solo lo justo. Llevar al lechón a ver más museos y parques y menos centros comerciales. Ir al cine de vez en cuando a ver una peli que no sea de dibujos. Ir a Pilates un día a la semana, y al osteópata al menos cada mes y medio para no vivir enganchada al ibuprofeno. Aprender a bailar salsa. Reirme más. Escaparnos a esquiar algún fin de semana. Y sobretodo, si no hago nada de lo anterior, que es bastante posible... quiero valorar todos los días la suerte que tenemos, ese es mi propósito para el 2013. Darle gracias a la vida por estar juntos, sanos, tener trabajo y dos tesoros a los que cuidar con todo el amor del mundo.
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