martes, 20 de noviembre de 2012

Deseadme suerte

Ésta es mi última semana de baja maternal. La última de 22 semanas en las que he descubierto lo que supone ser madre de dos,  he disfrutado muchísimo de mis niños, y me he enamorado locamente de mi bebé. Que nadie se ponga celoso ni se ofenda, porque ya dejé claro en otro post que una tiene capacidad de amar para dar y regalar. De mis otros dos varones me enamoré hace más tiempo y no tienen que ver peligrar su puesto de ninguna manera. En estos casos, la necesidad obliga, y una madre puede ser pelín infiel repartiendo entre los retoños, y a partes iguales, achuchones, carantoñas (y regañinas también cuando llegue el momento), sin que peligre ni un poquito la parte correspondiente al papá ejemplar, que llegó primero al corazón materno y eso también tiene que notarse.

Esta baja no ha tenido nada que ver con la primera. Ha sido mucho mejor, como explicaba en este post, la segunda crianza se afronta de una forma más relajada y eso ha sido crucial durante todos los días de mi baja. Cuando nació el lechón la depresión postparto, mezclada con el agotamiento y la inseguridad me dejaron hecha un manojo de nervios. Los últimos dos meses de la baja ya estaba más tranquila y relajada, loquita de amor por mi bebé como ahora, pero aún así recuerdo que, allá por el 2008, cuando aún se ponía en tela de juicio si había o no crisis en España, yo volvía a trabajar con sentimientos encontrados. Por un lado me daba pena dejar a mi precioso bebé, y por otro tenía ganas de reencontrarme con mi yo profesional y recuperar algo de independencia. Secretamente, sentía algo de claustrofobia y veía en el trabajo una posibilidad de salir y tener tiempo para mí. Qué equivocada estaba.

Cuatro años más tarde, de sentimientos encontrados nada, de ganas de yo profesional cero y la indepencia me importa más o menos lo mismo que la liga de Campeones, o sea, un comino. Estoy feliz viendo a diario como crece el boquerón, admirando como sabe ya cogerse los piececitos, siendo testigo de sus progresos a diario, recogiendo al lechón del cole teniendo aún algo de energía y buen humor para afrontar la tarde, paciencia para darle la cena y responder a sus millones de preguntas. No me apetece un pimiento, pero con la que está cayendo cualquiera se queja de tener un trabajo al que volver. Sé que muchos soñarían con mi suerte. No hay que escupir hacia arriba así que, sin protestar ni un poquito, el lunes que viene retomaré la jornada maratoniana de aquellas afortunadas madres que tenemos la suerte de trabajar a doble jornada. En mi caso, jornada reducida-intensiva de nueve de la mañana a cuatro de la tarde/ jornada maternal-extendida de cinco de la tarde a nueve de la noche... si hay suerte y los astros se configuran adecuadamente para que la prole esté dormida a esa bendita hora y hasta la mañana siguiente. Deseadme suerte.

miércoles, 14 de noviembre de 2012

Castigándome

Sé que no está de moda, nisiquiera está bién visto, ni es moderno. Seguramente muchos psicólogos se escandalicen y consideren mi conducta reprobable e impropia de una buena madre. Pero yo hay días en que se me acaban los recursos, y tengo ganas de hacer huelga de maternidad. Así, como suena.

Hoy es uno de esos días, porque a la huelga general se une que a mi lechón se le ha puesto entre ceja y ceja que hoy no come. Tiene días así, y a mí me parece que lo hace para sacarme de mis casillas, porque si no es que no le encuentro explicación. No os creáis que el menú de hoy era difícil, ¡qué va! Cualquiera pensaría que a su madre se le ha ocurrido ponerle delante un plato de acelgas, o un filete de hígado, o de caballa... pero no...

El tema tiene delito, porque el conflictivo menú que hoy nos trae de cabeza son unos inocentes y apetitosos macarrones con salchichas que harían las delicias de cualquier menor de diez años en su sano juicio. Si me apuras, harían las delicias también de una servidora, que lleva dos meses a dieta y muere por un plato de pasta, aunque sea con salchichas. Sin embargo, mi lechón ha decidido que hoy no come y me ha declarado la guerra. Y como para chula yo, y resulta que hoy tengo tiempo y no tengo nada mejor que hacer, pues he decidido que, por mis narices, se come los macarrones. Y así estamos: "si no los quieres para comer te los comes para merendar". Por ahora las dos  primeras batallas las ha ganado él, y se ha comido dos macarrones. Dos. Contados. Ahí está, castigado en su habitación, sin dibujos ni juguetes. Tan testarudo como su madre, pero bastante menos hambriento.

Ni que decir tiene, y si eres madre seguro que me entiendes, que está castigado él pero yo también, y que estoy ahora mismo en un sinvivir, no sólo porque lleva todo el día sin comer, sino porque la culpabilidad me tiene con el corazón en un puño. Y lo peor es que me siento tan mal que estoy dudando si ofrecerle los macarrones también para cenar en plan "a ver quién puede más" o si prepararle un plato de acelgas y comérmelos yo después de recalentarlos por octava vez. ¿Alguna sugerencia?

martes, 6 de noviembre de 2012

Adicta a bebé


Será por sus manitas regordetas, de uñas perfectas y deliciosos pliegues, que eleva al cielo con movimientos rápidos, imprecisos, nuevos cada día.
Será porque tiene todo un catálogo de sonrisas: las de por la mañana después de una buena noche de sueño son las mejores, pero también seduce con las sonrisas tímidas, ésas en las que mete la cabeza entre los hombros un poco ladeada, o las risas divertidas cuando de pronto algo le hace mucha gracia sin que nadie sepa muy bién por qué. Y los hoyuelos... ¡ayyy esos hoyuelos!
Será por los pies, tan pequeños y perfectos, tan suaves que los besarías mil veces.
Será por su olor inigualable: olor a nuevo y recién hecho, a piel suave como la seda, a leche, a miel, a toda una vida por venir.
Será porque me encanta escuchar sus ruiditos adorables mientras se mira las manos en la cuna.
Será por esos ojos que me miran muy atentos, sonrientes, cuando le hablo, le mezo o le canto una canción.

Por todo ésto y mil razones más hoy me declaro completamente adicta. Estoy descubriendo lo adictivo que puede llegar a ser un bebé... y estoy sumida en esta fase y disfrutándola.
Lo malo es que me quedan 20 días de baja maternal y empiezo a tener ya mucho miedo al síndrome de abstinencia
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