martes, 23 de marzo de 2010

¡SOPLA, SOPLA! El espasmo de sollozo (II)

Ya había escrito sobre este tema pero creo que la anécdota de ayer merece ser contada. Os comentaba en este post que Manuel sufre lo que se llama “espasmo de sollozo”, o sea, que se priva, deja de respirar unos segundos, antes de romper a llorar. No es que lo haga siempre, pero sí cuando se ha dado un golpe fuerte, o está muy cansado, o le duele algo… El caso es que a todo se acostumbra una y yo lo tengo ya más que asumido, ni sufro ni me preocupa. Sé que no es grave, que no tiene consecuencias, y que no tengo que reaccionar de ninguna manera cuando lo haga para evitar reforzar esa conducta y que así, poco a poco, dejará de hacerlo. Porque, ah! se me olvidaba recalcar, que esa privación momentánea de aliento es un acto VO-LUN-TA-RIO del niño…


Pues a lo que iba. Ayer en el parque Manuel se pegó un trastazo de aquí te espero, pobrecito mío, y se dio un golpe en la frente de esos que hacen que te salte el corazón en el pecho. Corrí a por él, y conmigo varias mamás más, porque se había oído un sonoro “PLÁS”, al estrellarse su cabecita contra el bordillo. Como cualquier madre, le cogí en brazos, hice el “control de daños” (ver que tiene todos los dientes, que no le sangra el labio, que no tiene brecha en la cabeza…), mientras observaba como un enorme chichón crecía en la frente del peque… Centrada como estaba en asegurarme que no teníamos que ir a urgencias, no hice mucho caso a una mujer a la que no conocía y que no hacía más que gritarme, toda asustada ella, “sopla, sopla!”. Y yo pensando, qué chorrada, anda que se le va a ir el chichón al niño soplándole… pero me avergüenza decir que, en un instante de absurda obediencia, le soplé un poquito a mi pobre y magullada criatura. Fue entonces cuando por fín Manuel rompió a llorar y ya me dí cuenta… resulta que había estado sin respirar unos segundos… y que yo ni lo había notado! Estoy definitivamente inmunizada al espasmo de sollozo de mi niño. Y caí en la cuenta de que la desconocida me apremiaba para que con un mágico soplido hiciera respirar al niño, algo así como para “romper el embrujo” supongo… Y no sé como explicarle a todo el mundo que eso de soplar, zarandear, decirle que llore… no vale para nada!! Imagínate que tú tienes un berrinche de campeonato, o que te has dado un golpe fuerte, o que tienes miedo, y tu reacción natural es dejar de respirar unos segundos (vale, sé que es difícil imaginar esto) y tu madre, en lugar de abrazarte y decirte que no pasa nada, TE SOPLA EN LA CARA! Mola, no?

Lo gracioso del tema es que la señora se quedó tan contenta pensando que le había salvado la vida a un niño, porque casualmente después de soplarle, rompió a llorar… Claro, así se escribe la historia!
Por cierto, el chichón fué considerable, pero nada grave, gracias a otra mamá que me dió una barrita fantásitca que yo no conocía y que se llama "ARNIDOL" y sirve para paliar el dolor y la inflamación de los golpes. Lo venden en cualquier farmacia.

domingo, 21 de marzo de 2010

Mi primer Scalextric

Se lo dejaron los Reyes en casa de la madrina, pero hasta ayer no lo habíamos estrenado. Primero porque tenía tantos regalos que preferí guardar algunos para más adelante, después por pereza, y últimamente porque nunca me acordaba de comprar las "tropecientas" pilas que hacían falta para poner en marcha el juguetito. Fue todo un éxito, al final montarlo era más fácil de lo que yo pensaba, y Manuel disfrutó un montón, aunque sospecho que el papá ejemplar se lo pasó ¡aún mejor!

martes, 16 de marzo de 2010

Pintando y Bailando

Ultimamente me paso el día pintando. En cuanto Manuel me ve llegar del trabajo, lo primero que hace es ir al lugar de su cuarto donde guardamos los plastidecores y el cuaderno, mientras dice, "mami, pimpar". Y pone tanto interés que no hay quien se resista. Al final él pinta entre poco y nada, porque lo que le gusta es que yo vaya dibujando cosas mientras le cuento historias, o le pregunto lo que son para que las idenfique, o, lo que ya es la pera limonera, que pinte lo que él me pide. Así a lo tonto estoy aprendiendo a dibujar las cosas más insospechadas, desde helicópteros (toto)  hasta tractores (tato) -lo que me sale podía ser un tractor o un mapa de Noruega... cualquier cosa, pero Manuel es muy agradecido. También pinto trenes, autobuses (cómo no), grúas (con más bién poco éxito), así como Pocoyo, Ely y toda sus tropa... Si por mi niño fuera, pintando podría pasar horas, y él pegadito a mí y tan feliz. Es agotador, pero lo bueno es que me sirve para enseñarle un montón de cosas, y pintando está aprendiendo las formas: ya identifica cuadrado, triangulo, círculo, corazón, flor, rombo... Los colores, se los sabe bastante bién, aunque el verde y el azul los confunde bastante, y su favorito parece ser el rosa de Ely. Intento también que aprenda a reconocer los números, y en ésto aún no he tenido suerte, pero de tanto oirlo ha aprendido a contar hasta seis, y cuando le preguntas ¿cuántos coches hay? empieza..."uno, tes, cato, tico, te". Me parto de la risa.

Y es que mi niño es la alegría de la huerta, el tesoro de la casa. Nos alegra los días con su entusiasmo contagioso, su sonrisa, sus fiestas para cualquier pequeña cosa que ocurre. Ahora le ha dado también por bailar, y nos señala el reproductor diciendo "a bilar", y enloquece de emoción cuando ponemos música marchosa y bailamos los tres en medio del salón. Quería poneros un vídeo demostrativo que grabamos este fin de semana, pero no sé por qué ahora no consigo subirlo...

Incluso por la noche, cuando después de su cuento y sus rituales, le metemos en la cuna, se parte de risa mientras su padre y yo le abrochamos el saquito y le damos las buenas noches. Abraza la almohada, a su muñeca Ely, y se queda tan contento. Si entras a los cinco minutos está frito, y hasta el día siguiente. Es un niño muy feliz. Y yo también lo soy por tenerle a mi lado.

miércoles, 10 de marzo de 2010

24 horas de una madre trabajadora

Mi lunes empezó el domingo 7 de marzo:

17.00h: me despido del lechón y su papá ejemplar para emprender camino al aeropuerto. Me voy a Barcelona porque al día siguiente celebro un almuerzo para la prensa catalana, pero viajo el domingo para poder pasar unas horitas con mis sobrinos. Manuel se niega a darme un besito de despedida y prácticamente me empuja para que me vaya, sin piedad alguna, con tal de cerrar la puerta tras de mí, que es uno de sus juegos favoritos.

17.50: llego por fín a la T4 de Barajas, tras haberme perdido por emescincuentas, emescuarentas y fantasmagóricas autopistas de peaje... No es que no conozca la zona, he ido cientos de veces, es que busco una gasolinera porque voy en reserva (algo bastante habitual en mí). Al final no logro acceder a ninguna de las ocho gasolineras que vislumbro desde la autopista, sigo en reserva 30 kilómetros más tarde, y encima llego con el tiempo justo. Aparco en el parking D y al bajarme del ascensor me doy cuenta de que debería haber dejado el coche en la C, que está más cerca. Prometo no olvidarme la próxima vez.

18.30 Después de casi desnudarme en el control de seguridad, y de caminar al menos dos kilómetros, llego jadeante a la puerta embarque H16, más lejos no la había. Cuando veo además que el vuelo lleva media hora de retraso me prometo a mi misma ir en AVE la próxima vez.  Escucho la conversación de cuatro chicas que sin duda vuelven de una despedida de soltera, están comentando las mejores jugadas de la noche anterior, ¡qué envidia!

21.15 llego a casa de Marta, mi comadre y disfruto un rato de sus niños. Viendo a Blanca, que ya tiene ocho años, y a los mellizos, de cinco, pienso en lo rápido que pasa el tiempo y en que tengo que aprovechar el mío con Manuel.

23.00 hablo por teléfono con el papá ejemplar, todo en orden en casa, Manuel duerme como un angelito

24.15 me acuesto junto a Blanca y al verla dormida, tan mona, pienso en cambiar ya al lechón de la cuna a la cama, aunque solo sea para poder tumbarme a su ladito.

Lunes 8 de marzo:

8.45 segundo café al volver de llevar al cole a los peques. Hace un día horrible y parece que está empezando a nevar.

12.00 reunión Telefónica con mis jefes. Cada vez nieva más y hace un frío que pela

12.30. Llego al lugar del almuerzo para prepararlo todo. Marta me acompaña. Como nos sobra media hora, y estamos algo majaretas, decidimos desafiar el temporal y salir a dar una vuelta por las tiendas.

14.00-16.00 almuerzo de trabajo con varias cancelaciones de última hora por culpa del temporal. Todas mujeres, hablamos poco de trabajo y mucho de niños, maridos, viajes, cotilleos, Shakira, los Oscars, y otros temas inconexos. Enseño orgullosa las fotos de Manuel en el móvil, todas dicen que es muy guapo. ¡Qué van a decir! Empieza a nevar en serio.

16.00 h. me pregunto si saldrán vuelos porque la nevada es impresionante. El mío es a las 17.45, así que pido un taxi en el restaurante pero pasado un rato me recomiendan pararlo en la calle porque tardan mucho en venir. Con la ayuda de algunas de mis invitadas encuentro uno bastante rápido, pero corro el riesgo de matarme porque la calle está llena de nieve y yo llevo unos tacones de vértigo, preciosos, pero nada apropiados para el día.

17.08 mostrador de Vueling, me dicen que mi vuelo está cerrado, que lo cierran 45 minutos antes de la salida. Me quiero morir. El siguiente es a las 19.00 y tengo que pagar un bonito recargo. Deprimida, me siento en un banco, me quito los tacones y me pongo las botas bajas. Llamo a mi madre para llorarle un poco y saber qué tal anda Manuel. Mi niño me manda un"mua" telefónico y hace que me sienta mejor.

1800 me compro una botella de agua en una máquina de vending

18.10 el simpático guardia del control seguridad me obliga a tirar la botella prácticamente entera para poder pasar a la zona de embarque. No entiendo nada de las normas de regulación aérea. Que alguien me explique las razones para que no se pueda  volar con una inocente botella de agua, y en cambio sí se pueda llevar un mechero, unas cerillas, o sin ir más lejos un móvil, que hasta donde yo sé se usa como detonador de explosivos...

18.30 llego a la puerta de embarque, y en cuanto el vuelo aparece en la pantallita decido ponerme en la cola. Es algo que nunca hago, pero esta vez temo que el vuelo vaya lleno y me obliguen a facturar la maleta, porque es algo grande para ir en cabina. Si eso pasa y luego tengo que recogerla en las cintas de la T4 tardaría casi una hora más en llegar a casa, vamos, casi otro viaje.

19.30 aún en la cola del embarque. Nos acaban de anunciar que va con retraso, ¡no me digas! y que saldremos en 15 minutos. Pienso que si fuera verdad aún llegaría a casa sobre las 21.30h y que vería a Manuel despierto.
20.00 empezamos a embarcar. La azafata del control mira mi maleta y decide ponerle la etiqueta fatídica, la que sin duda supone su destierro a la bodega del avión y el fin de toda esperanza de ver a mi hijo despierto. Me dá un resguardo y me indica que deje la maleta a la entrada del avión. Ni de coña. En el finger arranco aquella lacra rápidamente, saltándome alguna norma de aviación internacional, seguro, y me subo al avión con cara de nunca haber roto un plato y dirigiéndole a la otra azafata una amplia sonrisa.

20.30 "Bienvenido al vuelo xxx de Vueling, gracias por habernos elegido, para agilizar el embarque, coloca tu maleta en los compartimentos superiores..., escucha con atención las siguientes medidas de seguridad... desconecta tu móvil..." Llamadme antigua, pero me choca que me tuteen, especialmente después de haberme negado el embarque a mi vuelo, de hacerme pagar casi otro billete, de soportar un retraso de hora y media... No sé, después de un día así prefiero que me traten de usted....me siento un poco agredida.

20:40 El avión despega y me doy cuenta de que ya es irremediable, Manuel estará dormido cuando llegue. Siento una punzada de pena en el corazón. No le veré hasta mañana... Me deseo a mí misma (y a vosotras también)  feliz día de la mujer trabajadora
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