miércoles, 28 de enero de 2009

Duermete niño


Estos últimos días, Manuel tarda mucho en dormirse y casi siempre lo hace después de llorar un buen rato. Hasta ahora dormía de maravilla, y tenía una rutina muy buena de sueño. Cada día seguíamos el mismo ritual de baño, masaje, bibe y cuento, y cuando sobre las nueve de la noche, le dejaba en la cuna, se quedaba tan tranquilo mirando su muñeco (un elefante muy blandito que le regaló mi amiga Mery y que le encanta) y con la música del gusiluz se dormía él solito.

Pero ya lleva unas dos semanas que ha decidido que no le gusta nada lo de quedarse solo en la cuna y en cuanto le dejo allí, empieza primero a prostestar bajito, después con un poco más de brío y al final agarra un berrinche de no te menees. Aprieta sus puñitos, se pone colorado como un tomate, y grita como si le estuvieran matando. Cuando vamos a tranquilizarle no sabemos muy bién qué hacer. Antes le poníamos el chupete, pero ahora ya sabe hacerlo él, así que corres en su auxilio y le encuentras berreando con su chupete puesto y claro, lo único que te queda es cogerle en brazos, justamente lo que él está buscando... pero es que si caes en ese juego ya no hay quien le vuelva a meter en la cuna... Lo sé porque no soy de piedra y los primeros días le cogía, le mecía, le cantaba canciones en bracitos, y él tan feliz... pero el momento de volver a ponerle en la cuna es atroz, entonces sí que los vecinos deben acordarse de toda nuestra familia... ¡No sabéis como se pone! y al final hasta las doce de la noche, que si ahora te cojo, ahora te canto, ahora te saco los mocos a ver si es que no respiras bien, ahora te doy agua... En fin, llamadme tirana, pero me niego a dormirle en brazos y todas sus variantes. Creo que tiene que dormirse él solito con su chupete y sus muñecos. Y aquí es donde entra el famoso libro que todo el mundo conoce del Dr. Estevil, que recomienda dejarles llorar en intervalos de dos minutos, cinco, siete, diez... etc. para que vean que no les hemos abandondado pero que tampoco vamos a ceder ante sus caprichos. Estoy segura de que, a largo plazo, es un método infalible para que duerman, pero una se siente un poco Cruela de Vil practicándolo. Tampoco lo llevo a rajatabla porque me resulta imposible. Me obligo a no cogerle en brazos por mucho que me apetezca, pero no hago exactamente lo que dice el libro. Algunos días me ha funcionado muy bién cantarle una canción mientras le doy caricias en la carita, pero sin sacarle de la cuna. Le canto "Hijo de la luna", de Mecano, que tiene una melodía como de nana y le tranquiliza mucho, pero tengo que pensar en inventarme una nueva letra para cuando tenga uso de razón, porque la real es algo macabra...

Lo bueno es que ahora, una vez que se ha dormido, no se despierta hasta la mañana siguiente a eso de las ocho y media o nueve. O tal vez sí lo haga, pero no nos enteramos, posiblemente porque ya sabe ponerse el chupete él solito.

Ha aprendido muchas cosas estas últimas semanas. Aún no se anima a gatear, pero le encanta estar de pie y está fortaleciendo mucho las piernas. Agarra muy bien las cosas con las dos manitas y se las pasa de una mano a otra, y ha empezado a desarrollar bastante la puntería, gracias a un juguete que le regalaron los tíos Carlos y Ángela que consiste en meter una bolita por una agujero y que baje por un tobogán. Ya lo hace él solito y le encanta.

Hablando de juguetes... ¡Nunca había comprado tantas pilas!! Y lo peor no es comprarlas, sino cambiarlas... Porque claro, los juguetes están hechos a prueba de niños, y a prueba de manazas... como una servidora, y para cambiar las pilas hay que tener maña, y mucha paciencia. Por lo general los juguetes para bebés vienen con unos tres o cuatro tornillos minúsculos que hay que quitar para lograr acceder al compartimento de las pilas. Así que no solo hay que tener las pilas de repuesto, sino también un destornillador de estrella pequeñito, algo de habilidad manual y muchas ganas... En resumen, que de los juguetes que tenían música esta Navidad, la mayoría se han quedado mudos...

miércoles, 14 de enero de 2009

Avances

Durante el embarazo, leía todo lo que caía en mis manos sobre la gestación. Sabía exactamente qué medidas debía tener el feto en cada una de las cuarenta semanas, en qué momento se formaba el corazón, cuándo empezaban a tener pelo o qué sintomatología acompañaba a cada uno de los trimestres. Tenía mucho tiempo, supongo. Ahora leo menos y procuro limitarme a novelas que me gusten y me trasladen a otros mundos, millones de revistas que forman parte de mi trabajo, y los blogs que me gustan. No es que no me guste el mundo de los bebés, es solo que he dejado de soñar con ellos porque ahora tengo uno, y eso ya es mucho como para además leer montones de páginas sobre crianza, desarrollo y demás. Así que no tengo la menor idea de si Manuel hace lo que tendría que hacer un bebé de siete meses y medio, si está más espabilado o menos de lo que se considera normal. Y lo cierto es que me importa muy poco. A mí me parece el bebé más bonito del mundo... y si es listo o no, ya lo iremos viendo, no?

Bueno, pues aquí una prueba de los avances de mi peque en psicomotricidad. Estos días nos ha dado por lo del vídeo, como habréis comprobado. Por cierto, dedico éste a la yayita, porque Manuel cada día se parece más a ella, y la camisa que lleva puesta es la que le dejaron los reyes en su casa. A ver cuando vienes por los madriles, que el frío esta vez sí que ha venido de golpe. Un beso gordo gordo.

domingo, 11 de enero de 2009

Nieve y crisis

Temporal financiero y temporal de nieve. En el primer invierno de Manuel no se habla de otra cosa. No me puedo resistir a decir eso de "año de nieves, año de bienes", aunque sea un tópico como la copa de un pino... Ojalá fuera cierto, porque desde luego el 2009 ha llegado cargadito, hasta en Madrid, donde tan poco acostumbrados estamos a ver el manto blanco cubriendo nuestras calles. Pese al caos circulatorio, todos nos emocionamos un poquito cuando, por la ventana, vemos que el gris se trasforma en inmaculada nieve, que hace que todo parezca más bonito y reluciente, es como si Madrid se quitara su habitual traje de faena para vestir una lujosa capa de suave armiño.
A nosotros el temporal nos pilló en Sierra Nevada, y qué mejor que ver nevar cuando al día siguiente vas a calzarte los esquís y surcar las pistas. Lo hemos pasado de miedo y sí, echamos mucho de menos a Manuel, pero nos ha venido bién desconectar un poco y ser otra vez "solteros" por unos días.


El lechón se quedó con su abuela Mari, que se maneja con él de maravilla y han estado los dos más que encantados en nuestra ausencia. Mari tuvo que batallar un poco con el resfriado que no se le termina de curar (y que además ya comparten nieto y abuela), la fruta que sigue sin gustarle nada, y esos dientes que no terminan de salir pero que dan bastante la lata. Pequeñeces que no aflojan el ánimo de esta estupenda suegra que me ha tocado en suerte. Un millón de gracias.
Antes de irnos a esquiar, concretamente el día dos de enero, Manuel montó por primera vez en los columpios del parque que hay al lado de casa. Están muy bién porque tienen una especie de cestita en la que está bastante seguro. Como se puede ver, le encantó, aunque no estuvo mucho rato porque hacía un frío de mil demonios... Eso sí, creo que esta primavera estaremos horas en el parque.

Volvimos de Granada el viernes, que fué el día de la gran nevada, pero contra todo pronóstico no tuvimos problemas en la carretera. Dedicamos ayer y hoy por entero a Manuel por aquello de recuperar el tiempo perdido. Cada día está más grande y más bruto, ¡tiene una fuerza tremenda! y se nota que empieza a descubrir el poder de su llanto, porque en cuanto nos alejamos más de tres metros se pone a lloriquear. Si no le hacemos caso, al segundo se le olvida y se pone a jugar con cualquier cosa, pero en cuanto nos ve vuelve a llorar para que le cojamos en brazos.




Ahora le ha dado la manía de hinflar los mofletes y me parto de risa, aunque se pone feíiisimo... A las pruebas me remito.


Mañana de vuelta al trabajo y a la rutina. Estas vacaciones han sido inmejorables, y ahora se agradece un poco de vida ordenada para variar.

jueves, 1 de enero de 2009

Paradojas

Desde que estoy de vacaciones, no tengo tiempo para nada. Había planeado hacer tantas cosas en estos días libres que no doy abasto. Ir al banco, organizar fotos, hacer papeleos... y además pasar más tiempo con Manuel, ver a mis amigas... El caso es que no paro y el blog lo tengo olvidadísimo... Manuel sigue algo resfriado aunque está mejor. Estos días está muy irritable porque están a punto de salirle los dientes de arriba y creo que le molesta. Por cierto que por fín logré el otro día fotografiar sus dos primeros dientes, cuando vino a vernos mi amiga Ana.



Cada vez exige más atención y protesta en cuanto le dejamos solo cinco minutos. Duerme de maravilla, ¡ayer hasta las diez y media! así que no podemos culparle si cuando está despierto quiere que le hagamos caso. El domingo pasado le llevamos a ver su primer partido de baloncesto, Real Madrid-Manresa, y se portó muy bién. Le encanta ver y escuchar jaleo a su alrededor, así que en el Pabellón estaba en su salsa, aunque lo cierto es que parecía más interesado en la gente de las gradas que en las jugadas bajo la canasta.

Ya pasó la primera Navidad de Manuel y también su primera Nochevieja. Aquí el precioso árbol de Navidad de mi madre(entenderéis que yo no me anime a vestir la casa, tal vez el año que viene...) Manuel es aún es muy pequeño para entender de qué va esto de las fiestas, y aún así el día de Navidad volvimos a casa con una bolsa enorme de regalos para él: un canguro que habla en inglés y en español, dos juegos de cubiletes apilables, un muñeco que habla y dice "Dame un beso", dos libros de tela, una pizarra para su habitación, una camisa con un pantalón a juego...


Me encanta abrir regalos y entiendo que a toda la familia le hace mucha ilusión comprar cosas para el pequeño de la casa, pero me dá miedo que Manuel se convierta en un niño consentido que no da ningún valor a las cosas porque tiene demasiadas... Además, la mayoría de los juguetes ocupan mucho espacio... y de eso no nos sobra en casa. Es difícil de gestionar. Ya sé que es algo pronto para pensar en ésto y no se le puede decir a las abuelitas que no le hagan un regalo a su nieto... Se puede escribir una carta a Papá Noel que diga: "El lechón quiere uno o dos regalos solamente, y si es posible con unas medidas
máximas que no superen la caja de zapatos..."

Mientras nosotros nos preocupamos por dónde poner tantos juguetes, en lugares como Gaza los niños palestinos mueren a decenas atrapados por una guerra injusta ("guerra injusta", qué redundancia). El sufrimiento de los niños me taladra el corazón. Viendo las noticias, cada día más crueles, sobre la nueva ofensiva israelita en Cisjordania, no puedo más que pensar en las madres, que adoran a sus pequeños tanto como yo a Manuel, y en lugar de ver como crecen sanos y contentos, viven aterrorizadas tratando de protegerles de bombardeos indiscriminados. Ver a sus pequeños enfermos, temblorosos, tal vez heridos... llevarles corriendo a un hospital que no tiene medios para curarles... y lo más terrible, verles morir. No puedo evitar ponerme en la piel de esas mujeres y, aunque nisiquiera puedo imaginar el dolor que sienten, ahora sé hasta qué punto perder un hijo debe de ser aún peor que perder un miembro del cuerpo. "Tener hijos es aceptar que, en adelante, tu corazón latirá fuera de tu cuerpo". Para muchas madres palestinas, el primer día del 2009 su corazón ha dejado de latir, pero lo más duro es que ellas, después de todo, seguirán respirando.
Hoy que aún estoy a tiempo, voy a escribir mi carta a los Reyes Magos, y les pediré para Manuel un mundo un poquito mejor, un 2009 en el que no corra la sangre de seres humanos en nombre de territorios o de religiones. Un mundo en el que no mueran niños inocentes ("niños inocentes", otra redundancia). Ojalá que en 2009 no tengamos que ver las noticias con el corazón en un puño y que la Paz no sea solo un deseo navideño.
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