martes, 26 de agosto de 2008

Otro viajecito

Desde bien chiquitín, e incluso antes, cuando estaba dentro de mi tripa, Manuel ha sido un niño muy viajero. Antes incluso de saber que estaba embarazada pasamos en Paris un fin de semana. Cuando estaba de tres meses fuimos a Nueva York una semana, y después a Paris un par de veces más por trabajo, a Barcelona para una presentación y en Semana Santa a Gran Canaria.


Ahora estamos en Barcelona, hemos venido a pasar unos días con la madrina Marta y los primitos Blanca, Lucía y Mateo, en su maravillosa casa de Llavaneras. David se ha quedado en Madrid, debe de estar en la gloria disfrutando de estos días de independencia. Llegamos ayer por la tarde, en el AVE, y Manuel se portó muy bién durante el viaje. Ahora que definitivamente estamos dejando el pecho, disfrutamos los dos de la comodidad del biberón. El trayecto lo pasó en mis brazos, a ratos dormitando y a ratos haciendo gorgoritos que tenían encantados (espero, y sino, cuanto lo siento) al resto de viajeros.


Hoy hace un día plomizo y oscuro y Manuel está un poco como el tiempo, pesadito. Quiere estar en bracitos todo el rato y está protestón. Creo que acusa un poco el cambio de entorno y supongo que estará así hasta que se adapte. Claro que mejor que no se acostumbre demasiado porque solo nos quedamos hasta el viernes. Luego de vuelta a Madrid y el lunes nos vamos de nuevo, los tres, una semana de vacaciones.


El destete gradual está llendo bastante bién. A mí me sigue dando mucha pena, pero es lo que hay, Manuel ya no quiere esforzarse para sacar la leche, y no me queda más remedio que pasar página y disfrutar de las muchas ventajas del biberón. Ahora solo toma pecho en la toma de la madrugada, que como está medio dormido no se entera, y como cada vez duerme más horas esa toma se junta casi con la del desayuno, en la que tambien por ahora toma pecho. El resto del día toma bibe y se le ve tan contento como siempre, parece que no echa de menos el pecho. Lo que no sé es cuando dejaré de producir leche, porque por el momento sigo "ordeñandome" un par de veces al día y es una actividad de lo más reconfortante...

viernes, 22 de agosto de 2008

Movilidad reducida

Desde que ha nacido Manuel soy una persona con "movilidad reducida". Y es que las salidas con un bebé son una carrera de obstáculos. Ahora me doy cuenta de que Madrid no es una ciudad preparada para minusválidos, aunque al menos ellos tienen plazas especiales de parking y una caja prioritaria en el supermercado.


Las mamás con carrito, en cambio, nos vemos obligadas a dar vueltas y más vueltas para aparcar mientras el niño berrea porque tiene hambre, y esperamos religiosamente a que nos toque el turno en el súper, y encima aguantamos que los que están en la fila antes que una (y no se ofrecen a cederte el paso por mucho que estés sudando de los nervios porque al niño le toca comer) le hagan carantoñas al enano preguntando qué tiempo tiene... No debería culparles, lo cierto es que para mí también han sido siempre invisibles las mujeres que empujaban carritos de niños, salvo para mirar al bebé con ternura, y nunca hasta ahora había pensado que tal vez la mamá agradecería un poco de solidaridad.

Porque no es fácil hacer las salidas cotidianas con un bebé de menos de tres meses (¡y su carrito!). Por ejemplo, poner gasolina. Esto no viene en los manuales para padres... En las gasolineras de autoservicio –el 99 por ciento de las que yo conozco, tú te pones la gasolina en el surtidor y después ¿qué haces con el niño cuando vas a pagar a la caja? ¿le dejas en el coche? Yo no, porque me imagino que muere achicharrado o que me lo roban unos traficantes turcos… Pero entonces se ofrecen dos alternativas: Una, sacas el carrito (ruedas por un lado y maxicosi por otro) y lo montas todo solo para ir a la caja y después haces el trabajo inverso… esta opción no resulta muy práctica, y menos con 40 grados a la sombra. Así que me quedo con la opción dos: coger al niño en bracitos y llevármelo a la caja, claro que entonces si necesito comprar algo en la tienda de la gasolinera me faltan manos, y por supuesto firmar el recibo de la tarjeta de crédito se complica bastante. Por supuesto cuando hago esto tampoco hay una caja especial para mamás con bebés de seis kilos y medio en brazos ni, por supuesto, nadie se ofrece a echar una mano sujetando el periódico mientras una trata de sacar el billetero… pero eso sí, mirar miran mucho, ¡qué mono! ¿Qué tiempo tiene? Una madre avispada me dirá que para estas cosas la mochila portabebés es muy práctica. Y es cierto, sino fuera porque montar y desmontar al niño de semejante artilugio me lleva al menos diez minutos, y las mamás recientes NO TENEMOS TIEMPO de nada.

También ha sido una nueva experiencia para mí tener que ir al baño fuera de casa con Manuel. Por supuesto el mostruo que tengo por carrito no cabe en ningún servicio público salvo en el de minusválidos, y no siempre hay uno disponible. Cuando no lo hay también existen dos opciones: Una es hacer pis con el bebé en brazos y dejar el carro fuera rezando para que a ningún desalmado se le ocurra robarte el bolso ni las compras. La otra es dejar a Manuel en el carrito y hacer pis con la puerta entreabierta, por supuesto sin sentarte en el váter por si acaso hay que salir corriendo. Yo personalmente prefiero la segunda opción siempre que no haya traficantes de niños en los alrededores.

Esto tenía que estar mejor pagado.

miércoles, 20 de agosto de 2008

A vueltas con la lactancia


Estos días mi preocupación principal es la lactancia. Como ya he dicho, Manuel es un niño muy tragón y desde el principio ha sido difícil alimentarle al pecho. Las primeras semanas las tomas eran larguísimas y tan seguidas que se juntaba una con la siguiente. Yo estaba agotada y me sentía como un chupete humano. Había leído mucho sobre lactancia antes de nacer Manuel, y sabía que hay que poner al niño al pecho tantas veces como lo pida para asegurarse que la producción de leche sea la adecuada. La teoría está muy bién, y el papel lo aguanta todo, pero a la hora de la verdad, poner al niño al pecho tanto como quiera significaba no tener tiempo ni de ducharme. Muchos días terminaba llorando de puro agotamiento, pero al pequeño Manuel poco le importaba si él podía seguir mamando.


Pasado el primer mes, y viendo que la cosa no mejoraba, iba incluso a peor, empecé a complementarle las tomas con algún biberón esporádico, y no pareció afectar demasiado al curso de la lactancia materna. Lo malo es que cuando Manuel cumplió dos meses y tuvo su estirón de crecimiento, empezó a demandar más y más, y lo que era un bibe de vez en cuando, se convirtió en uno casi a diario en la toma de antes de cenar, que es cuando yo tengo menos leche y él se queda desesperado de hambre. El caso es que en los últimos tres días Manuel le ha cogido tanto el gustito al biberón que no quiere saber nada de esforzarse en sacar la leche del pecho y cuando lleva unos minutos se pone a protestar como un loco, especialmente en las tomas de la tarde.
Yo tampoco pensaba alargar la lactancia mucho más del tercer mes, así que la solución sería destetarle del todo y listo. Pero no es tan fácil como parece, porque me provoca un montón de sentimientos encontrados…


Tomo tres decisiones diferentes cada día: decido que le voy a quitar el pecho definitivamente, después que voy a seguir alternando bibe y pecho, después que me saco la leche con el sacaleches y se la doy en bibe…Estoy hecha un LÍO!!! Por un lado, si le paso a bibe, voy a recuperar parte de la libertad perdida, y eso me motiva, así como poder tomarme unas cañitas tranquilamente… Pero es que, al darle el pecho siento algo muy especial, una ternura indescriptible, y me da muchísima pena renunciar a eso, es como si le separara un poco de mí, como si se hiciera un poquito mayor de repente… Ya sé que es irracional y que las hormonas me tienen sorbido el seso… pero es lo que siento! Qué le voy a hacer… David cree que me estoy volviendo loca, y puede que tenga razón. La maternidad es lo que tiene.

lunes, 18 de agosto de 2008

El baño y la "bisa"

Aquí va la prueba de lo bién que se lo pasa Manuel en el baño. Y también la evidencia de que tengo que practicar mucho con las marionetas para no resultar patética, en fín!! me queda aún mucho por aprender.


Hoy hemos ido a ver a la bisabuela de Manuel, que está en una residencia porque tiene Alzheimer. La verdad es que no es lugar para un niño tan pequeño, pero es increíble ver cómo reaccionan los ancianos, por muy enfermos que estén, cuando le ven. Y aún es más sorprendente ver cómo Manuel ha respondido ante las carantoñas de los abuelitos, por más que algunos dieran un poquito de susto, él les dedicaba sus mejores sonrisas. A su "bisa" le hemos alegrado la tarde. Si es que cuando quiere es un angelote.

sábado, 16 de agosto de 2008

Manuel y sus pequeñas cosas

Si fuera boxeador sería un peso pesado: hace 10 días pesaba seis kilos y pico y medía 60,5 cm… así que se le está quedando pequeña la ropita de tres meses y aún no los ha cumplido… a este paso cuando tenga dos años medirá tres metros. Claro que tiene a quien salir, su padre mide más de 1,90 y en mi familia tampoco somos bajitos. Viendo el partido de baloncesto de hoy (España-Usa, menuda paliza nos han dado) me lo imaginaba en un futuro en la NBA, como Gasol, con la barba y todo…

Pero volviendo a la vida real, Manuel es un pequeñajo muy inquieto, muy tragón y bastante exigente. En las últimas dos semanas se ha tranquilizado bastante y ya no pide sus tomas de forma tan escandalosa, claro que cualquiera se atreve a hacerle esperar más de la cuenta. Hoy, sin ir más lejos, hemos salido a comer a un restaurante gallego que hay en Pozuelo, La Pulpería, uno de nuestros favoritos, y se nos ha hecho algo tarde, así que el regreso ha tenido como banda sonora los llantos histéricos de Manuel, que cuando tiene hambre monta un jaleo que parece que se está muriendo. Al principio me impresionaba muchísimo cuando se ponía así, todo colorado y rabioso y, aunque no puedo decir que me haya inmunizado, ahora lo llevo bastante mejor.

Hasta ahora he estado dándole el pecho y últimamente hemos empezado a introducir algún bibe en la toma en la que se quedaba con un poquito de hambre, sobre las ocho de la tarde. Al principio no quería saber nada de las tetinas, pero parece que ya les va cogiendo el gusto, y ahora me temo que lo que ya no le gusta tanto es el ritmo más lento con el que sale la leche del pecho, a ver como lo vamos toreando…

Cuando no tiene hambre es muy simpático y sonríe a todo el mundo. Sus sitios favoritos, además del pecho de su mami, son el cambiador de su habitación (que decoró su Yaya con mucho cariño y aún mejor gusto), y el cochecito. Le encanta que le cambien el pañal y que le den cremita, y se pone como loco en cuanto ve que vamos a salir a la calle, moviendo sus bracitos y piernecitas como si quisiera correr. El baño también es uno de los mejores momentos del día. Le bañamos en una hamaquita que le permite moverse bastante, Y LO HACE! No para quieto de la emoción, me salpica toda, y a veces me parece que se va a salir de la hamaca de los botes que da. Ahora es lo que nos toca, así que voy a disfrutar un poco.

viernes, 15 de agosto de 2008

Mamá novata, mamá bloggera

Este diario comienza con dos meses y medio de retraso. Dos meses y medio, 75 días, en los que Manuel ha puesto mi vida patas arriba. Tanto que ha sido imposible, hasta hoy y a duras penas, ponerme frente a esta pantalla para contar, apresuradamente -como todo lo que hago desde el 30 de mayo- las pequeñas cosas que nos pasan y que no quiero olvidar en esta vorágine de falta de sueño, pañales sucios y tiempo tan escaso como valioso.

Pues a lo que iba, que Manuel nació el 30 de mayo de madrugada y nuestra tranquila y sosegada vida de pareja en la treintena, urbanos, profesionales y "modernos" ya no es la sombra de lo que fué. Todo gira en torno a un pequeñajo al que su padre llama ¿cariñosamente? lechón. Horarios imposibles, tomas eternas, noches interminables... Han sido días muy duros, he aprendido tantas cosas...

Ahora sé lo que significa "Maternity Blues", que es una manera snob de llamar a esa terrible sensación de que se acaba el mundo que sucede unos días después del parto y que desaparece, ¿desaparece?, cuando a esa minipersonita que ocupa todas tus horas se le ocurre obsequiarte con su primera sonrisa.

En estos dos meses y medio he aprendido infinidad de cosas… Y LO QUE ME QUEDA!! Pero lo más importante, lo que más me ha sorprendido, es la capacidad de sacrificio, la capacidad de amar que se desarrolla cuando una se convierte en madre. Manuel llegó a nuestra vida como un intruso. Pese a los nueve meses, pese a tanta ilusión puesta en el embarazo, cuando por fín vino al mundo, Manuel era mi bebé pero, al mismo tiempo, era un desconocido, exigente y llorón, que me necesitaba tanto como nadie antes me había requerido, y que no me dejaba escapatoria.
Todo requiere un periodo de adaptación, hasta la maternidad. Ahora me reconozco en los ojos de Manuel como su madre. Ahora quiero que me necesite y me gusta ser única para él, quiero verle crecer y creo que es un privilegio tenerle conmigo. Ahora que me siento madre, que reconozco dentro de mí el amor de una madre, intentaré plasmar en este diario las pequeñas cosas que suceden en nuestras pequeñas vidas.
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